lunes, 21 de septiembre de 2009

Así empieza la historia

- ¿Qué?


Esta es la historia que contaba. Un hombre se disfrazaba con las sábanas. Dicen que había salido a caminar. En una autopista de mar. Cuando lo encontraron era sólo un hombre. Solo. Sin embargo, unos pocos sabían qué había ocurrido esa noche. Esto contaba Azul.


Había permanecido en la estación algunas horas. Salió. Caminó hasta el hartazgo, pensando. Pensando en lo que sucede cuando alguien camina hasta el hartazgo. Las piernas empiezan a endurecerse hasta quedar completamente momificadas. Llenas de sal cuando caminan por la costa. El estómago comienza a silbar una sonata y los brazos no encuentran asilo a la locura de intentar despegar la humedad de la piel y la ropa.


Es en ese momento en el que alguien se sienta. Como si una enfermedad abrumadora le arañase el pecho, sin saber a dónde ir aunque pueda dormir en veinte camas, aunque caiga en veinte hogares. A veces sólo vemos personas sentadas y nada más.


Entonces pensaba eso aquel hombre.Volvió a sentarse. Durmió.Un vuelo de gaviotas desmoronaban de a poco su mente. Gaviotas. Se convertían en arcoiris voladores de las tumbas recién cubiertas.

Desgarraban el aire del pecho silbante. Destruían lo poco que podían destruir. El cuerpo.


Sudor.


Frío desesperante. La vida asusta. Dormirse. Lo más oscuro del ser, lo más profundo. Alejarse. De la nada me despierto y el sudor agita mis extremidades. Así, entiendo, despacio, que es de día, aunque es de noche.


Camino aún. Cabello se aproxima a mi. Cabello que el viento marino agita, se acerca a mi. Me pide fuego. Le digo que ya no me queda. Y me pregunta por qué.


Suspendo mi camino.


Le cuento la historia. La historia de su vida. Sabe, sabe que la sabe, pero escucha fiel.

Es un animal perdido que sabe que las historias son un desencuentro.


(Buscamos. Desencuentro. Buscamos. Amor. Buscamos. Un nuevo desencuentro.)


Ya es de madrugada. Comienzo a escribir y se siente la piel agonizante. Tus lágrimas no bañan la piel. Ya el mar las reemplaza, o al menos eso intenta. El mar que se parece a tus ausentes lágrimas. Extraño su cabello. El cabello que vino buscando fuego y me lo regaló. El cabello con ojos marrones más intensos que cualquier mar de fuego. El cabello que se detuvo a seguir. Que salió corriendo conmigo, que quiso ser la historia que están contando de mi, de mi muerte.


Ya lo dije. Amaneció conmigo ese cabello llamado Azul, amanecí azul. El mar iba pegándose en su piel. Brillaba, pero tuve que morir.


Quiso encontrar, no encontró nada en este frío resplandor, eso que queda después de la nada. Hice que se fuera. Ahora la extraño, la extrañé, por eso me maté.

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