miércoles, 23 de septiembre de 2009

edificio consonante mutante

El edificio se cierra y se abre, pero sus escaleras no son pisoteadas (salvo las del sótano, de las cuales voy a hablar en algún momento).
Escaleras que cielo arriba encuentran a la luz en diferentes estados. Cuatro pisos recorridos por escaleras (cinco contando el sótano, del cual voy a escribir, puede ser). Del primero al tercero, los pisos son iguales, mejor dicho parecidos, ya que las diferencias están en la manera en que a luz se filtra. Sí parecidos. La arquitectura es ¿igual?
El sol está en el primero (D E F) como sumergido en el agua, el olor impenetrable se mece al compás del estático polvillo. Subiendo la primer escalera una entra en el agua de un pantano claro.
En el segundo (G H I), la luz no se siente y los sonidos son ruidos enfermizos, casi esquizofrénicos. De a ratos se escucha el agua de alguna canilla oxidada de verde. De a ratos nada. Al rato un viento de alguno de los departamentos empieza a cerrar puertas, a abrirlas por dentro, rechinan crepitantes cerraduras, aún no se entiende por qué. Subiendo la segunda escalera tu ser no es ser.
En el tercer piso (J K L)… uf! el tercer piso! Es la antesala a la tormenta. El cuerpo se violenta entre rosas, nadie entiende por qué ese piso está tan perfumado. Subiendo la tercer escalera estas llegando.
Cada piso tiene cinco puertas, tres supongo que dan a los departamentos por las letras ubicadas en cada una, allí en el centrito no más. Otra tiene una ventanita en la cual se ven rejas gruesas y articuladas, la última no tiene forma de puerta así como la entendemos. Su “marco” es la luz proyectada desde algún extraño lugar: la puerta de la escalera al cielo.
Subiendo la cuarta escalera (M N) una espera encontrar el cielo. Resulta que esto es curioso:
dos puertas, más la otra,
más dos marcos, más la última,
más la que encuentra en su cerradura
la luz.
Único rayo penetrando el cuarto piso.
Pero no parece ser el tercer piso.
No parece ser el cuarto piso.
Parece ser algo que no es un piso.
Piso, piso, piso,
piso caminando
los pisos del piso
encontrando el piso
en la luz.

Así encontramos un piso que no parece ser el del cuarto, aunque estén en el mismo nivel, es como un patio. No es el cielo, se ve el infierno. Hacia arriba me encuentro desolada. Me encuentro con esa otra realidad: la de los edificios gigantes que quieren aplastar este edificio que habito. Es como una terraza que demuestra, o al menos eso me parece, que no hay cielo al que pueda llegar en ese lugar.

Corriendo, corriendo, muriendo, viviendo, bajando, amando, arrastrándome bajo las escaleras, pasa por todos los pisos este cuerpo en el que habito. Pasa pisando los pisos de las escaleras, escaleras abajo llego a la planta baja: cruje el ascensor, se queja por no haberlo usado.

Paso por las puertas, partes espejas que espejan el cuerpo en el que habito, el edificio en el que habito, otro mundo.
Entro a la casa de muñecas.

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