sábado, 19 de diciembre de 2009

Las casas se cruzaban en el aire surcando la travesía de túnel que la llevaba hasta su casa. Se tira en la calle, levanta de nuevo su cabeza, otra vez el delgado hilo de la vida desespera su mundo. Las curitas no le sirven y una palabra es absurda. Ya ella se entrega al vacío desolado de no querer nada y quererlo todo.
Su cuerpo desplomado sobre el umbral asustada, en la sien el gatillo. Beso desparramado mañana fría encuentra que ya entiende el sentido de todas las personas son la misma persona. Sin acentos, sin comillas. Estrategias del discrepante discurso. Pero ella sigue atravezando las casas el aire la ventana el espejo la calle las veredas adoquinadas medio rayadas de Mar del Plata.
Mar del Plata que no es plata sino pata. Andando sobre suertes ¿venideras? Esperando una búsqueda que no se anima a buscar. Barreras de rejas que se impone en el camino, estar tirada en la puerta de un garage como el de cualquiera de nuestras abuelas. Pintado medio arqueado. Ella siente; el peso del pero...
No quiere encontrarte y te busca, me busca. Será paranoia o será lo que sea: ella me espera y yo sigo sin salir, igual que ella. Apoyando mis palabras en alguien que no es ella, así como ella apoya su cabeza en el pecho de alguien que no soy yo.
Un beso solo y un esbozo de sonrisa. Yo sé que ella no quiere eso pero ella lo quiere todo y no quiere nada.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Si tan sólo pudieras...
Pero no. Así mejor.

Apartar el anhelo del susurro
Apartar el sueño del absurdo
Invocar la presencia salvaje
Estrechar, acorralada contra las rejas

y la puerta abierta...

Labios curvados sin sonrisa
Matar el anhelo del absurdo
Borrar el sueño del susurro

¿Soñar?
El absurdo del anhelo.

Finos tentáculos de luz, tocar.

Un gallo doce y media
canta la noche de perfumes,
recuerdo impenetrables mañanas
Una vez un beso contra el sillón rosado
medio gastado, medio floreado.
Suavidad, penetrar cavernosas pupilas.
Brutalidad, franquear tu pelo.
Una vez el sueño me despierta
con las manos en alto.
Súbito.
Recuerdos en el sueño en la memoria en las manos en alto.
Estiro piernas brazos
espalda
manos pies y recuerdo:
Sentir atada y también
flagelada
Querer matar
a una desde abajo de la cama
Sin salir de abajo,
raspando
rompiendo mi piel.
(Si pudieras entender, que un recuerdo me lleva a otro, que una sensación me lleva a otra, que las manos escriben, no siempre acuerdan y están cuerdas.)

miércoles, 25 de noviembre de 2009

una oleada derramó mi piel sobre la arena. arrebató la estructura esquelética. una oleada y una ola no contemplada. el frío recorrió por un instante las venas que se congelaron. succionaron el aire del cuerpo, el agua del cuerpo se deshizo en el mar. un escondite de arena construyo alrededor como caparaza de sonatas. un dejarte ir sin esperas. un maremoto, esa tormenta llegó. el sino de su piel se destrozó también. soñé que entraba en la cueva y venía el abrazo anhelado. cerca del renacimiento, pero no. más bien un espanto que se convierte en letras de descuello el cuello y la nuca se parte contra el inodoro, contra el bidet. ya es tan lejana la pileta, desde el suelo se confunde con el mástil ancho de las plazas.
plazas donde pasamos sin tomar las manos. plazas de arena. plazas de san luis. plazas sucias de dolores que quién sabe de quién son. podridas aureolas entre los ojos.
la naturaleza se ve viva, espectral en los matorrales. quisiera descirbirte pero no puedo pensarte y todo lo que siento es una aurora que me despierta. no está el camino y veo las bombas caer y caer, sólo en sueños?
llano y liso. ahora no son los sujetos sujetos y son nada-sujetos. te miran sólo por tu rareza. una cosa de contemplar un instante e irse luego. qué sos, una muñeca de porcelana que a todos gusta pero que nadie se anima a llevar porque es frágil. no hay más de eso. porque la muñeca no es tal y no es de porcelana. es de todos los materiales juntos. todos son suceptibles de ser destrozados. incluso el latido.
lejos como flor de mar.
amacándome
extremeciéndome
dejándome
salteándome
tirándome
golpe a la arena y va

de nuevo:

Veo los vasos de anoche
lavados por él en un susurro.

leo sobre el recuerdo
un precioso recuerdo
("¡quiero un 28! por favor, ese no")
Cálido en el amanecer
húmedo
y barranca abajo:

vomito vómito
un té.
y me acuerdo
de esas veces.
El pozo me hundía
o yo me tiraba en él.

Una somnolencia metafísica
fortuna caeca est.
Me desperté y me asusté de las palabras.

martes, 24 de noviembre de 2009

-Es un maldito ocaso-me dijo y...-es un maldito ocaso

Ahora bueno.
El tiempo es esa cosa que nadie sabe, incluso si existe.
Pero qué pasa cuando el lagarto terrestre en la sombra se agazapa y te deja sin respirar?
Qué pasa cuando el loco de la sierra te corta la cabeza?
Todo ese miedo al cuco se desvanece porque se deja de imaginar el luego.
No hay luego, no hay.
Un estupor se apodera de la mente, las canillas no son canillas porque no se pueden cerrar.
Bañan la escena del oscuro teatro de sueños donde se esconden las sombras del abismo indescifrablemente estupidizador de las terrestres pautas sociales e inverosímiles para cuelquier espectadore de este demente teatro mundo.
Ese es el sueño inalcanzable del murciélago. No está en la escena, se esconde y no quiere mostrase, hay un agujero en el medio de su pecho.
Este espejo, dirán otras personas, otras que fue por esto, otras que fue por ella.
Dirán y a nadie le importará la profundidad de su intento salvaje de reconfigurar, de deconstruir la estantería.
Qué pasa con el miedo? Bueno, pues no desaparece. De eso se convierte el estupor.
Un solo grito alcanza para que el sueño deje de serlo.
Una moneda de paraísos extremadamente orfanables.
Esa era la carta robada, estaba ahí, sólo ahí.
No es despedida.

lunes, 9 de noviembre de 2009

un poco de paso no viene mal

En esta ocasión me gustaría contarles que vi un pájaro entrar por la ventanita del lavadero. Estaba en la computadora y escuché como si algo se cayera. No le di bola, claro. Pero a la media hora fui a ver qué onda. Había un gorrión comiéndose a mis hijas. Lo miré. Él me miró. Se fue volando.
Pero pasado ese sublime instante me quedé pensando en "¿y si hubiera pasado algo mejor?". Es decir, si no hubiera pasado eso y hubiera pasado, por ejemplo, que en vez de un gorrión entrara un conejo.
Algunas veces se escatiman esas conjugaciones y esas mezclas sintácticas. La mayoría de las veces dan esa sensación de inservibles, de insuficientes. Nos olvidamos de las lecturas anónimas, de las lecturas anteriores, tan anteriores que ya, por ser tan pasadas, son anónimas. Quedan los retazos de lecturas que a medias se empiezan a completar con otras. Nuevas atmósferas se bañan en las viejas y crean esos mundos también lejanos, como las anécdotas. Quedan pseudo-recuerdos en los cráneos y todas comienzan a conformar.
Es tanto verbo. Una palabra lleva a la otra y la acción comienza a ser. Ser, sin olvidarme de tantas conversaciones que hemos tenido y que si llevaron a algo fue a esto. Parece charlatanería, una cosa poco trabajada.
Pero es más allá de la ventanita del lavadero que miro, esa torre que se ve a lo lejos, esa torre es la de Manantiales, lejos. A sesenta o setenta cuadras. Si estoy al mediodía me encargo de acercarme a la ventanita y mirar, tal vez algún día tenga súper visión y así como les escucho por la radio les pueda ver. Con gestos, con muecas, con caras de risa, con caras de simulantes farsantes.
Cuando el deseo deja de ser deseo. Quiero seguir imaginándolos, sentados, tal vez se paren de bronca en algún momento, tal vez se estén tomando una birra, aunque no lo creo. El gorrión se acerca a la ventana de nuevo. Tal vez por esa sensación de propiedad privada he cerrado la ventanita. Vuelve a mis recuerdos fragmentados esa casa y ese olor. El cantero del frente que siempre verde. En invierno, en verano, siempre verde. Crecidos arbustos que me afanaban el pensar. Se iba a mirar porque siempre, el siempre verde estaba abierto.
No era una ventanita, era un ventanal enorme: del piso al techo. Abierto de par en par todos los días, todas las mañanas y me recuerdo cerrándolo cuando me iba a la escuela. He ahí ese sentimiento. Sí, el recuerdo fragmentado. Hoy se nutre de opuestos. Antagonismo del más acá como diría el nefasto. Pero la misma sensación.
Una olvida (si fuera hombre esto de hablar en primera persona como persona y no como hombre o mujer sería aplaudido por algunas otras) Una olvida que no sabe qué es "ser", pero siente una terrible seguridad en pensar que es en tanto construye sus recuerdos, esa cuestión de cultura heredada de la pervivencia a través de la muerte: la anécdota, la historia, repetirse en las palabras, salir de la corporeidad para ser y ser parte de esta calesita.
Ya no importa si es abrumadora. El cuento puede repetirse infinitas veces (hasta que alguien encuentre algo finito) Y ya no importa para algunas que las manzanas no tengan gusto a manzana, que próximamente los conejos asados con papas se vendan en latas y que las mazmorras sean la inspiración cultural, porque "es así". Y justamente porque para no accionar se utiliza el argumento de la entidad, del ser, es que no nos cansamos de intentar encontrarle una vuelta de tuerca diferente. Y para eso generamos una suerte de pensamiento que intente transformar una era que se nos viene encima y nos aplasta para que deje de aplastarnos.
Son reminiscencias (muy lejanas) de la novela decimonónica con una medida de Jitrik, una de Denevi, otra de Luca y algunas otras que ya no recuerdo o no tengo ganas de alardear más.

Pilar Bamba - Triste

Se acabó. Nos hemos convertido en muñecas, para qué ser mujeres fatales, mujeres duras, trabajadoras, amantes, hogareñas, madres, para qué? Somos muñecas del destino. Somos peponas pintadas que queremos ser amadas, queremos tener un dueño que nos mime y nos abrace.

El destino nos ha transformado. Cuando volvamos a creer en la vida real, de nuevo como Pinocho, volveremos a este mundo, pero realmente ¿queremos?

domingo, 8 de noviembre de 2009

pequeña respuesta

Está, la libertad y el ser. ¿Cuándo encontramos una respuesta? ¿Tiene que ver con exigir? ¿Está en una burbuja, tiene que ver? Una suerte de espera, más bien, diría yo. Más que saber qué queremos como una posible idea de algo. Es que además ¿qué es algo? Una paja intelectualoide. No discuto lo hermoso, lo gustoso, lo espeso que termina por ser. Pero ¿qué necesidad? ¿Acaso la felicidad en tanto momento es comparable con el hambre o con el sueño? Si no sabemos qué es "algo", ¿podemos saber con qué puede ser comparable? Y además, ¿se puede ligar la felicidad a la condición de existencia? Y además, ¿qué es la existencia? Justamente por eso, porque es una pregunta.

Nada más, nada más.
Simples dudas que su escrito me generó.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Estación Pringles.

Los entes itinerantes se materializan en la abstracción de un soñado y esperado viaje. No hay fuga que supere la cotidianeidad de lo inalcanzable. El espacio se va cerrando para alguns, pero nosotrs creemos que cada vez más abierto está. Desde aquel día en que nadie preguntaba nada, en que nadie atinaba a vomitar una palabra ante una presencia supuestamente abrumadora. De ahí en adelante los cuerpos personificados se materializaron, alguien quizo ponerles rótulo, ellos se negaron.


Al grito de ¡Vamos a la Estación! el panorama se convierte en eso: la pampa es abierta y si se cierra no nos importa, la vamos a abrir.


sábado, 10 de octubre de 2009

domingo, 4 de octubre de 2009

Breve experimento con la espera

Esta es la espera.
Todo gira en torno a ella.
Este circo empantanado
tiene ese gran juego.
La espera.

Es esa lanza que
junto a nuestros cuerpos
se pega.

En cada momento nos encontramos esperando, en cada espacio.
Y esos espacios son creados.

Tenemos la imagen de alguien esperando el tren.
Lee un papel.
Se sienta.
Saca una basurita de su sweater.
Mira hacia arriba.
Contempla
la nada.
O alguien en una habitación vacía esperando que pasen las horas.
De pronto empieza a dejar de hacer todo lo que hacía.
No va a trabajar.
No va a estudiar.
No se sienta a leer.
No limpia su casa.
No come.
No se baña.
No duerme.
¿Esas personas se mueren?
¿Y si no se mueren, esperan?
¿Entonces qué pasa?
¿No se tratará de eso
eso que decimos vida?
Mientras esperamos hacemos
todo aquello.

Mucho tiene que ver la espera
en nuestras cotidianeidades.
Mientras esperamos dormimos.
Mientras dormimos esperamos.
La dulce espera.
¡¿Esperás la carroza?!
Espere un segundo por favor.

Y lo peor de todo es que nadie puede contarnos si la espera termina alguna vez o no.
Si alguien se muere cómo sabemos si terminó de esperar.
Tal vez la espera no termine.
Eso es.
Lo más terrible de soportar.
El sopor de la espera.
Ese sedante que tiene.
Esa amargura de peros.
Esa amargura de excusa.

En este lugar espero, me siento a través del viento.
En este encuentro masivo de almas, la música se deja
llevar
por el viento.
No le importan demasiado sus cosas.
ni sus notas.
se deja llevar
hasta el final.

Sin importar, como un barquito
vas.
A la deriva, como dijo Horacio,
mientras yo pienso en él.
Y sin poder sacarlo de mi mente empiezo
a imaginar
te.
Vas a la deriva de las costas que te puedan sostener.
Hundiéndoteenlagua,enelmar,sinpensar,sinhablar.

entendiendo
te.



miércoles, 23 de septiembre de 2009

edificio

Hay un edificio en el cual sólo están habitados dos departamentos. Aunque sus habitantes sean diferentes para los cánones de ésta cultura, las similitudes son espeluznantes.
A toda hora, durante la noche o el día (da igual) aparecen sus puertas abriéndose, cerrándose continuamente. Visitantes de todo tipo y género (aunque en uno de los dos un género predomina) incursionan sistemáticamente.
Sólo entran, hacen y se van.
En uno vive una sola persona, en el otro, la cantidad de seres es indefinible: ¿quién vive en el departamento de al lado del mío? No lo sé.
Sólo observo cómo todo el cielo, escaleras arriba, está vacío.
Sólo observo cómo la planta baja parece un paseo, una galería como galería de edificio y como galería de tienda, como galería de arte incluso, por la cantidad diversa (y no tanto) de los paseantes caminantes.
En el que habito se entra para cambiar subjetividades, en el de al lado también. En donde estoy se entra para amar, en el otro, de alguna manera distinta, también.
Los dos son casa de muñecas.

edificio consonante mutante

El edificio se cierra y se abre, pero sus escaleras no son pisoteadas (salvo las del sótano, de las cuales voy a hablar en algún momento).
Escaleras que cielo arriba encuentran a la luz en diferentes estados. Cuatro pisos recorridos por escaleras (cinco contando el sótano, del cual voy a escribir, puede ser). Del primero al tercero, los pisos son iguales, mejor dicho parecidos, ya que las diferencias están en la manera en que a luz se filtra. Sí parecidos. La arquitectura es ¿igual?
El sol está en el primero (D E F) como sumergido en el agua, el olor impenetrable se mece al compás del estático polvillo. Subiendo la primer escalera una entra en el agua de un pantano claro.
En el segundo (G H I), la luz no se siente y los sonidos son ruidos enfermizos, casi esquizofrénicos. De a ratos se escucha el agua de alguna canilla oxidada de verde. De a ratos nada. Al rato un viento de alguno de los departamentos empieza a cerrar puertas, a abrirlas por dentro, rechinan crepitantes cerraduras, aún no se entiende por qué. Subiendo la segunda escalera tu ser no es ser.
En el tercer piso (J K L)… uf! el tercer piso! Es la antesala a la tormenta. El cuerpo se violenta entre rosas, nadie entiende por qué ese piso está tan perfumado. Subiendo la tercer escalera estas llegando.
Cada piso tiene cinco puertas, tres supongo que dan a los departamentos por las letras ubicadas en cada una, allí en el centrito no más. Otra tiene una ventanita en la cual se ven rejas gruesas y articuladas, la última no tiene forma de puerta así como la entendemos. Su “marco” es la luz proyectada desde algún extraño lugar: la puerta de la escalera al cielo.
Subiendo la cuarta escalera (M N) una espera encontrar el cielo. Resulta que esto es curioso:
dos puertas, más la otra,
más dos marcos, más la última,
más la que encuentra en su cerradura
la luz.
Único rayo penetrando el cuarto piso.
Pero no parece ser el tercer piso.
No parece ser el cuarto piso.
Parece ser algo que no es un piso.
Piso, piso, piso,
piso caminando
los pisos del piso
encontrando el piso
en la luz.

Así encontramos un piso que no parece ser el del cuarto, aunque estén en el mismo nivel, es como un patio. No es el cielo, se ve el infierno. Hacia arriba me encuentro desolada. Me encuentro con esa otra realidad: la de los edificios gigantes que quieren aplastar este edificio que habito. Es como una terraza que demuestra, o al menos eso me parece, que no hay cielo al que pueda llegar en ese lugar.

Corriendo, corriendo, muriendo, viviendo, bajando, amando, arrastrándome bajo las escaleras, pasa por todos los pisos este cuerpo en el que habito. Pasa pisando los pisos de las escaleras, escaleras abajo llego a la planta baja: cruje el ascensor, se queja por no haberlo usado.

Paso por las puertas, partes espejas que espejan el cuerpo en el que habito, el edificio en el que habito, otro mundo.
Entro a la casa de muñecas.

lunes, 21 de septiembre de 2009

asoleado.

Si apareciera tal vez lo miraría. Ahora resulta ser una mala idea mirar al sol. En cuanto despeje la mente tal vez se pueda imaginar una luz de luces asomándose... mientras tanto vemos y sólo vemos. En ese mundo de sentido el asombro vuelve a escaparse de nuestras manos ( y por suerte) sólo miramos esas locuras del asombroso asombro que nos asombra. Sí, alguien dirá de los traba lenguas que son juegos de niños...

Entre tanto el sol sigue mirando las palabras pasar sin que nadie se anime a preguntar de dónde salen.

Cerebro de locuciones inesperadas se asoman en el vidrioso mar mientras tus palabras resuenan en los huesos, tus canciones y tus sones, Tantra querida, la flor tiene que nacer. Esa semilla te necesita. Tal vez de a poco lo descubras, el tiempo del bajo será eso, empezar a ser tiempo de los tiempos con el resto de los tiempos, compartiéndote, no dejándote a lo que tu mente le parece o le cree parecer.

El encanto del salvaje despertar!!!


mis saludos a esxs locxs tantrerxs...

Así empieza la historia

- ¿Qué?


Esta es la historia que contaba. Un hombre se disfrazaba con las sábanas. Dicen que había salido a caminar. En una autopista de mar. Cuando lo encontraron era sólo un hombre. Solo. Sin embargo, unos pocos sabían qué había ocurrido esa noche. Esto contaba Azul.


Había permanecido en la estación algunas horas. Salió. Caminó hasta el hartazgo, pensando. Pensando en lo que sucede cuando alguien camina hasta el hartazgo. Las piernas empiezan a endurecerse hasta quedar completamente momificadas. Llenas de sal cuando caminan por la costa. El estómago comienza a silbar una sonata y los brazos no encuentran asilo a la locura de intentar despegar la humedad de la piel y la ropa.


Es en ese momento en el que alguien se sienta. Como si una enfermedad abrumadora le arañase el pecho, sin saber a dónde ir aunque pueda dormir en veinte camas, aunque caiga en veinte hogares. A veces sólo vemos personas sentadas y nada más.


Entonces pensaba eso aquel hombre.Volvió a sentarse. Durmió.Un vuelo de gaviotas desmoronaban de a poco su mente. Gaviotas. Se convertían en arcoiris voladores de las tumbas recién cubiertas.

Desgarraban el aire del pecho silbante. Destruían lo poco que podían destruir. El cuerpo.


Sudor.


Frío desesperante. La vida asusta. Dormirse. Lo más oscuro del ser, lo más profundo. Alejarse. De la nada me despierto y el sudor agita mis extremidades. Así, entiendo, despacio, que es de día, aunque es de noche.


Camino aún. Cabello se aproxima a mi. Cabello que el viento marino agita, se acerca a mi. Me pide fuego. Le digo que ya no me queda. Y me pregunta por qué.


Suspendo mi camino.


Le cuento la historia. La historia de su vida. Sabe, sabe que la sabe, pero escucha fiel.

Es un animal perdido que sabe que las historias son un desencuentro.


(Buscamos. Desencuentro. Buscamos. Amor. Buscamos. Un nuevo desencuentro.)


Ya es de madrugada. Comienzo a escribir y se siente la piel agonizante. Tus lágrimas no bañan la piel. Ya el mar las reemplaza, o al menos eso intenta. El mar que se parece a tus ausentes lágrimas. Extraño su cabello. El cabello que vino buscando fuego y me lo regaló. El cabello con ojos marrones más intensos que cualquier mar de fuego. El cabello que se detuvo a seguir. Que salió corriendo conmigo, que quiso ser la historia que están contando de mi, de mi muerte.


Ya lo dije. Amaneció conmigo ese cabello llamado Azul, amanecí azul. El mar iba pegándose en su piel. Brillaba, pero tuve que morir.


Quiso encontrar, no encontró nada en este frío resplandor, eso que queda después de la nada. Hice que se fuera. Ahora la extraño, la extrañé, por eso me maté.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Rodrigo


(Pensaba en tí, Rodo)

Así es como se pretende escribir algunas veces. A veces, veces que lo llevan a escribir, vistas que lo llevan a escribir y sin embargo, no lo puede hacer. Sentado en una hamaca fue como Rodrigo se dio cuenta de las ventanas que lo miraban. Una luz salió de sus ojos. Las hojas que caían sobre su cabello castaño se dejaron llevar y un remolino de sombras de hojas y ojos se reflejaba en el piso.
Nadando a la una de la madrugada por las calles de esta (aparentemente clara) ciudad: El mar en las orillas y el cielo de tormenta que aventuraba llorar. Sólo entonces pudo sentarse a escribir. Un viento se llevó sus hojas, corriendo hasta que su corazón no dio para más.

Creyó que algún día las encontraría y en ese momento entendió (o al menos eso creía que era entender) por qué su vida era de esa manera.

Desde chico se sentaba a mirar los árboles desde una hamaca del patio de su casa. Entonces volaba, aunque supiera muy bien de sus limitadas capacidades. ¿Cómo podía expresar la angustia alegre que veía en aquellos seres? Tan apacibles como salvajes. Estáticos y violentos a la vez, porque cada hoja deshojaba sus venas y cada rama partía ese invisible motor.
Conducido, en este otoño de 2005, por la fuerza de los árboles Rodrigo murió. Resulta que ese día, después de entender por qué su vida era de esa manera, bajó por la rambla, atravesó la arena y se metió al mar.
Esa noche no era como cualquiera. El viento destripaba la sangre, las casas y el mar. Había árboles haciendo del agua un torbellino aparte, ramas del cuerpo de una mujer. Quiso agarrarla y lo único que conseguía era ahogarse aún más.

¿estará viva esa persona? no sé, pero me parece que tengo que sacarla de acá… ¿por qué estoy metido en el agua? ya no respiro, pero aún funciona mi cerebro. ¿y vos quién sos? ¿por qué contás mi vida por las calles de este Mar? si no tenés ni idea de quién soy… digamos que tampoco sabés cómo era cuando era chico y mucho menos, qué pensaba.
Te pido que no me mates…

Entonces Rodrigo salió del agua… se trepó por algunas piedras de la escollera, desgarrado el cuerpo y el alma.


Pero esto no sucedió gracias a mí.
Una vez más, los árboles hicieron lo suyo.

Suave,
suave,
un árbol cayó sobre su cabeza.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Un año más!

La lluvia no nos detiene.
Un año más.
Ya todes sabemos que no sabemos porque ante la más mínima duda seguimos aquí, de pie. Salir del snobismo... eso es lo más dificil. Qué pasa cuando se siente en algún lugar llamado corazón eso que siempre está. Pero no está.
Personas no están.
Los últimos desaparecidos.
Jorge Julio López.
¿Dónde estás?
Eso llamado gobierno.
Nestor Kirchner, Cristina Fernández, Temerarios puñaleros traperos sin código.
¿Dónde están?
¿Que la literatura no es realidad? ¿Quién lo dice? Todo un gran discurso puesto en funcionamiento, generando "realidad". Esa pregunta eterna del existencialismo.
(Una metaexistencia: a salir no más... a no dejar de producir.
Y no es necesario aclarar más, basta de hacernos les tontes! Si ya sabemos qué pasa.)
¿Existencia es? ¿Con ser alcanza? ¿Qué es la existencia? Esas personas no están. Pero son. Existen y no dejan de existir. ¿Carpe diem? Sí, carpe diem compañeres.

El presente no se repite.

Algún Título

Dicen encontrarse entre las oscuras maletas (gabinetes) cerrados de esta facultad. Sangres fluyen dentro del sol que no encuentra un sentido, ni más mínimo se lo quiera otorgar.
Antes de la nada vino la sombra y desvaneció nuestros cuerpos de este lugar. Viviendo estamos como zombis de una nada que encontramos acá.
Buscando algo que sirva para volar. No sé qué escribir sobre esta institución que sólo deja un lugar cuadrado a la imaginación, ¿será eso imaginación? Sólo ese lugar.
Qué sentido tiene estudiar para que alguien con una varita mágica le diga a usted lo que debe hacer, cómo debe escribir, cómo debe citar, si citar está bien o está mal.
Habrá en algún lugar alguna forma en donde todo se complemente?
Estudiar para ser. Sí, esa es una de las premisas… saber. ¡¿Qué será eso?! ¿En dónde está?
Qué es en definitiva: sonreír sólo imitando al otro. Qué mundo desparramado encuentra mi sola función. ¿Dónde está la nada que me ahuyenta?: en este lugar.
Me encanta estar acá y sin embargo la paso tan mal… saliendo de estos sones.
Y entro en el oscuro. De golpe tengo frío y no encuentro papas en ningún lado. Solía escribir a menudo con el propio interior… ahora no entiendo el sentido de propio y en cualquier lugar que me encuentre parezco fuera de foco. No quiero seguir acá, pero…
Algo sujeta este cuerpo que quiere irse, ahuyenta este cerebro que no quiere salir.
Qué encuadre de nada!
Antes que nada la nada.
Nada
Nada?
Nada!

Ahondo en el mar. Saliendo una piensa que la estructura lógica de algún ente es la que debe ser, sólo por imitar.
Ahora me dicen que tengo que encuadrar la escritura y no puedo más, apenas fueron cuatro meses de encuadre de la escritura, pero parece más. Parecen años, parecen tantos años como estoy viviendo, parecen diecinueve, casi veinte.
No palabras y hablar? Dónde quedó la escritura de hablar? Existió todo esto alguna vez?
Por qué tantos de nosotros nos vamos de este lugar?
Me fascina, pero me molesta tanto que nos aten…

A veces me digo que hay que soportar para ganar herramientas, para adquirirlas, otras veces no pienso, otras me desespero y al rato estoy intentando prepararme un té para salir del agujero…
Ahora que estoy acá y no puedo irme no encuentro un té y sigo escribiendo para no desesperar y en un arranque irme a otro lugar.
Suelo esconderme en las espaldas del tiempo y aún así me parezco inútil.
Inútil para encontrar un lugar dentro de este lugar…

Hacia algo.
Ya esta escritura automática empieza a agotarme y sólo ha pasado diez veces el segundero por el doce, aunque perecen millones de minutos como personitas dibujando el ambiente en el que me encuentro: el centro de los estudiantes.
¿Cuál será el centro de los estudiantes?
¿Seré acaso un estudiante?
¿O un aprendiz de estudiante? Una nada revestida de mujer y de estudiante sentada delante de una máquina que de alguna manera, no sé cómo, permite que la escritura salga a algún lugar siniestro.
Puede ser.
Calculo que no me entiendo, pero no importa, tal vez, demasiado.
Demasiada cuadradez-
Demasiada insolación-
Algo de lo demasiado debería llenar esta nada
y aún así
no sé.