Se acabó. Nos hemos convertido en muñecas, para qué ser mujeres fatales, mujeres duras, trabajadoras, amantes, hogareñas, madres, para qué? Somos muñecas del destino. Somos peponas pintadas que queremos ser amadas, queremos tener un dueño que nos mime y nos abrace.
El destino nos ha transformado. Cuando volvamos a creer en la vida real, de nuevo como Pinocho, volveremos a este mundo, pero realmente ¿queremos?
Una breve espera es eso. Pero esta espera está cargada de una vida en la que una lucha se sucede a la otra. ¿Podemos esperar algo sin hacer nada que esperar? ¿Qué implica la espera? ¿Seguir experimentando nuevos caminos? Una constante búsqueda que nos lleve a una consonante armonía de lo que consideremos como tal. Una armonía que más que una adecuación sea una búsqueda. Un sueño tras otro, a nosotrus, lectorus de todos los tiempos. Lectorus que leemos en todas partes miles de canciones, aún sin darnos cuenta y sin siquiera leer un libro o leer palabras. A nosotrus, deambulantes de una goegrafía cualquiera. Paseantes caminantes de una era. Ella nos está llamando, ¿le daremos la espalda nuevamente?
Arrebatos. Esos nos entristecen a veces. A veces. Nos vendemos humo. (mutuamente) Luego. Otro pedazo de aire enviciado. Más humo.
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