Ahora bueno.
El tiempo es esa cosa que nadie sabe, incluso si existe.
Pero qué pasa cuando el lagarto terrestre en la sombra se agazapa y te deja sin respirar?
Qué pasa cuando el loco de la sierra te corta la cabeza?
Todo ese miedo al cuco se desvanece porque se deja de imaginar el luego.
No hay luego, no hay.
Un estupor se apodera de la mente, las canillas no son canillas porque no se pueden cerrar.
Bañan la escena del oscuro teatro de sueños donde se esconden las sombras del abismo indescifrablemente estupidizador de las terrestres pautas sociales e inverosímiles para cuelquier espectadore de este demente teatro mundo.
Ese es el sueño inalcanzable del murciélago. No está en la escena, se esconde y no quiere mostrase, hay un agujero en el medio de su pecho.
Este espejo, dirán otras personas, otras que fue por esto, otras que fue por ella.
Dirán y a nadie le importará la profundidad de su intento salvaje de reconfigurar, de deconstruir la estantería.
Qué pasa con el miedo? Bueno, pues no desaparece. De eso se convierte el estupor.
Un solo grito alcanza para que el sueño deje de serlo.
Una moneda de paraísos extremadamente orfanables.
Esa era la carta robada, estaba ahí, sólo ahí.
No es despedida.
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