sábado, 19 de septiembre de 2009

Rodrigo


(Pensaba en tí, Rodo)

Así es como se pretende escribir algunas veces. A veces, veces que lo llevan a escribir, vistas que lo llevan a escribir y sin embargo, no lo puede hacer. Sentado en una hamaca fue como Rodrigo se dio cuenta de las ventanas que lo miraban. Una luz salió de sus ojos. Las hojas que caían sobre su cabello castaño se dejaron llevar y un remolino de sombras de hojas y ojos se reflejaba en el piso.
Nadando a la una de la madrugada por las calles de esta (aparentemente clara) ciudad: El mar en las orillas y el cielo de tormenta que aventuraba llorar. Sólo entonces pudo sentarse a escribir. Un viento se llevó sus hojas, corriendo hasta que su corazón no dio para más.

Creyó que algún día las encontraría y en ese momento entendió (o al menos eso creía que era entender) por qué su vida era de esa manera.

Desde chico se sentaba a mirar los árboles desde una hamaca del patio de su casa. Entonces volaba, aunque supiera muy bien de sus limitadas capacidades. ¿Cómo podía expresar la angustia alegre que veía en aquellos seres? Tan apacibles como salvajes. Estáticos y violentos a la vez, porque cada hoja deshojaba sus venas y cada rama partía ese invisible motor.
Conducido, en este otoño de 2005, por la fuerza de los árboles Rodrigo murió. Resulta que ese día, después de entender por qué su vida era de esa manera, bajó por la rambla, atravesó la arena y se metió al mar.
Esa noche no era como cualquiera. El viento destripaba la sangre, las casas y el mar. Había árboles haciendo del agua un torbellino aparte, ramas del cuerpo de una mujer. Quiso agarrarla y lo único que conseguía era ahogarse aún más.

¿estará viva esa persona? no sé, pero me parece que tengo que sacarla de acá… ¿por qué estoy metido en el agua? ya no respiro, pero aún funciona mi cerebro. ¿y vos quién sos? ¿por qué contás mi vida por las calles de este Mar? si no tenés ni idea de quién soy… digamos que tampoco sabés cómo era cuando era chico y mucho menos, qué pensaba.
Te pido que no me mates…

Entonces Rodrigo salió del agua… se trepó por algunas piedras de la escollera, desgarrado el cuerpo y el alma.


Pero esto no sucedió gracias a mí.
Una vez más, los árboles hicieron lo suyo.

Suave,
suave,
un árbol cayó sobre su cabeza.

2 comentarios:

  1. Nati... bienvenida al mundo cibernético!
    Me encantó tu blog, elegí escribir en esta entrada porque me pareció trágicamente bella...
    Un beso y seguí escribiendo...

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