miércoles, 23 de septiembre de 2009

edificio

Hay un edificio en el cual sólo están habitados dos departamentos. Aunque sus habitantes sean diferentes para los cánones de ésta cultura, las similitudes son espeluznantes.
A toda hora, durante la noche o el día (da igual) aparecen sus puertas abriéndose, cerrándose continuamente. Visitantes de todo tipo y género (aunque en uno de los dos un género predomina) incursionan sistemáticamente.
Sólo entran, hacen y se van.
En uno vive una sola persona, en el otro, la cantidad de seres es indefinible: ¿quién vive en el departamento de al lado del mío? No lo sé.
Sólo observo cómo todo el cielo, escaleras arriba, está vacío.
Sólo observo cómo la planta baja parece un paseo, una galería como galería de edificio y como galería de tienda, como galería de arte incluso, por la cantidad diversa (y no tanto) de los paseantes caminantes.
En el que habito se entra para cambiar subjetividades, en el de al lado también. En donde estoy se entra para amar, en el otro, de alguna manera distinta, también.
Los dos son casa de muñecas.

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